Con un simple y mágico pase sacaba caramelos de las
orejas.
El paseo en El Trencito (me refiero al de los años 60, 70
y creo que en los 80s) incluía un acto de magia en una de las paradas que
realizaba al lado de La Montañita en el Parque de la Independencia.
Con un castellano que denunciaba su origen quizás
napolitano, quizás siciliano: un tano para nosotros, describía los pases
mágicos que hacía y siempre sorprendía con la cantidad de pelotitas que tenía entre los
dedos. Decía que era una cuestión de velocidad en realizar el movimiento de
abanico con la mano y que todo era una ilusión óptica. Cuando creíamos saber el
truco, sacaba una pelotita más.
Y volvía a manejar El Trencito sin esperar los aplausos,
con un cigarrillo siempre por la mitad entre sus labios.
Con esa simple clase de magia creí sorprender a la
maestra de mi hermano en el Jardín nº 38 Magdalena Güemes. La maestra hacía los
movimientos de abanico con la mano y pensé que conocía el truco. El mutismo de la clase y la aparición de otra
pelotita me enseñaron el valor de los silencios.
Tiempo después creí que la cuestión de la magia residía
en las varitas, mágicas por supuesto, en lugar de creer en las habilidades de
los magos, simples intermediarios del acto.
Ahora que soy grande y serio, puedo reconocer que la
verdadera gestión de cada proceso mágico, está indudablemente alojado en El
Sombrero de Copa. En la Galera.
De allí salen los conejos y también las palomas. Allí se
encuentran los kilómetros de cintas de colores y desaparecen los naipes y los guantes.
En el interior del Sombrero de Copa entra TODO. Está
TODO.
Por supuesto que no me engaño fácilmente y aunque algunos
magos han reemplazado este objeto por otros elementos como cajas, bolsas o
agujeros varios, no han hecho otra cosa que disfrazar al Sombrero de Copa,
verdadero depositario de toda la magia.
Yo soy mi Sombrero de Copa, mi Galera. En mí reside toda
la magia que necesito para que este gran truco que estoy viviendo sea cada día
más asombroso.
Y de esta magia que vivo cotidianamente y casi sin darme
cuenta, de mi sombrero han ido saliendo chiquitos y de esos chiquitos otros
más, por mencionar mi truco más logrado.
A veces he hecho cosas insignificantes que luego se
transformaron en cosas asombrosas.
Muchos trucos me fallaron, pero creo que después aprendí
de ellos.
Algunos directamente no los volvería a hacer.
Pero la función es continua y debo seguir intentando los
pases de Bilibirloque.
Reconozco que he tenido mucha suerte con el público que
me ha tocado.
Aprovechando su atención los invito a escuchar un tema que compuse en los descansos de las funciones. Por supuesto que se llama El Sombrero de Copa.
Lo podés escuchar y bajar para cuando sea famoso, desde acá: