Edgardo llegó a establecerse en el cordón industrial del
gran Rosario hacia fines de los años 60. Llegó enganchado junto a otros trabajadores,
en un proyecto que tenía como objetivo
terminar la construcción de la autopista Rosario – Santa Fe.
Era un hombre callado y trabajador, con ese aspecto de
los gringos del norte de Santa Fe, esos que el sol pone medio colorados y a los
que las charlas los tienen solamente como espectadores.
Llegó con su mujer y sus dos hijos mediante un trabajo
que lo tenía por supuesto sin aportes. Él sabía trabajar y eso hacía, las
protestas no estaban en sus proyectos.
Con el tiempo construyó su propia casa en esos lugares
que por alejados casi ni existen, pero que le recordaban su tranquilo pueblito
santafecino, donde había nacido. Hizo el pozo para el agua, hizo las paredes y
luego el techo y cuando al tiempo la municipalidad amplió el tendido de luz
eléctrica, fue de los primeros también en solicitar el servicio y pagarlo como
corresponde. Jamás se imaginó que esas cosas que él hacía, otros, más adelante
simplemente las tomarían. Jamás imaginó la existencia de planes trabajar, el
trabajaba. Nunca imaginó el engancharse en la luz, como hacen hoy, en donde su
casa perdura, sólida y sencilla, la mayoría de los vecinos llegados con el
tiempo.
Y siguió en lo que sabía: construir. Puso una fábrica de ladrillos
blocks y terminó su casa. Fue el proveedor de los ladrillos que llevan hoy la
mayoría de las construcciones de su barrio.
En la misma época que Edgardo llegaba al Gran Rosario,
nacía Florencio en una ciudad de la provincia de Buenos Aires.
Estudió y se recibió de profesional. Desde sus inicios se
dedicó a militar en política. Y ha tenido éxito en su carrera, tal como hoy lo
anuncia su página web en la que cuenta su historia y sus gustos. No menciona
trabajos pero sí carrera y ésta parece ser exitosa en lo que él sabe hacer: política.
Y gusta de hablar y transmitir. Y esta noche habla y su
imagen se reproduce en el televisor de la casa de los Sosa, vecinos del Gran
Rosario, en la zona en que vivió Edgardo.
Y Florencio les cuenta de sus proyectos, del futuro del país y de las virtudes del gobierno. “Mejor
que decir..” repite con la conocida frase del General, que siempre encuentra
orejas, aún las más duras, para encaramarse con las palabras en las voluntades
populares. Esas voluntades que cada vez menos entienden de palabras y más de
recibir. De trabajar ni hablemos.
Este galpón fue hecho por Edgardo, con sus ladrillos. |
Y los Sosa, en su pieza de un ambiente, miran hipnotizados
a Florencio, pensando en lo que obtendrán. Seguramente no recuerdan que los
ladrillos que hoy son su casa, los hizo Edgardo. Pero parece ser que los sueños
son más reales que los bloques de cemento. Y con promesas de sueños compartidos
se pretende un futuro.
Esta historia es parcialmente real.
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Como de costumbre, te regalo un temita de mi factura.
No sé hacer casas, no sé hacer ladrillos. Tampoco sé mucho de música, pero me gusta juntar sonidos y emociones y lograr algo como esto que convido. Lo cual es una manera de hacer realidad un sueño. Ni tanto, ni tan poco se llama esta canción compuesta hace un tiempo.
http://www.hispasonic.com/musica/tanto-ni-tan-poco/54694
El hacer click en el link anterior, te llevará a una página llamada Hispasonic. Encontrarás el tema que te obsequio y varios más.
Si querés escucharlo, hacé click en el símbolo de PLAY al lado de la foto que aparece allí. Hay un signo + que permitirá que bajes el tema si te gusta.
Las fotografías son de Juanchia (yo) y fueron tomadas en la casa de Edgardo, quien hace un tiempo que no está pero su obra queda.
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