jueves, 27 de febrero de 2014

Giuditta

Giuditta vivía en el Trastevere desde siempre. Tenía una vida miserable desde antes de nacer allá por 1580, en Roma.
Ser prostituta era su destino, inevitable y trágico. Grotesca caricatura del amor, como lo seguirá siendo para muchas mujeres mientras exista la humanidad.
Giuditta encontró su cliente y su muerte en una oscura noche a orillas del Tíber, que la envolvió quizás como la única caricia sincera que recibió en su vida.
Y tal vez allí terminaría su oscura existencia y su destino sería perderse en las sombras del tiempo como las de los seres borrosos del olvido. Nadie la quiso, ni siquiera el río del que la sacaron.-

Recorriendo el Louvre, encuentro un cuadro de Caravaggio terminado en 1606 “Morte della Vergine”. El centro de atención está en el cuerpo de la Virgen. No es de esas pinturas con ascensiones, rodeadas de angelitos o luces celestiales iluminando su trascendencia, sino como el cuerpo de una mujer, joven, como la idea de la Iglesia inmortal. El ambiente es sombrío, de colores apagados a excepción de una cortina roja y también rojo el vestido de la Virgen. La escena representa a personajes de pueblo, gente común en una escena triste sin ser plañidera. Transmite un dolor sereno. El cuerpo de pies hinchados, como su vientre, muestran la escena de la muerte, no de la asunción. Es totalmente terrenal.
El único atributo de santidad es el halo. Por lo demás es una muestra de realismo pictórico propio de la contrarreforma.
La pintura había sido encargada para la Iglesia carmelita de Santa María della Scala, en Roma, pero unos monjes escandalizados la hicieron retirar de su destino.
El motivo del rechazo era el modelo elegido por Caravaggio para representar a la Virgen: el cuerpo de Giuditta, la prostituta sacada del río Tiber.
Este cuadro y su historia me hicieron pensar en el objetivo de nuestra existencia. En el destino de las personas, en lo pequeño y lo grande del motivo de porqué estamos aquí y cómo trascenderemos.-

Como advertirás, esta historia está parcialmente novelizada, pero me gustó el asombro de descubrir que aunque no nos propongamos un objetivo, la vida puede transformarnos y hacernos perdurar en espacios inimaginados.
Para ilustrar musicalmente esta historia, elegí una canción de mi amigo Marcelo Iglesias, quien me permitió hacerle algunos arreglos. Su guitarra es la que suena y es un privilegio haberme acoplado a su trabajo.

La canción se llama Giro Mágico y de alguna manera me representa el objetivo de la vida y muerte de Giuditta. Podés escucharlo haciendo click en este lugar:

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